Machu Picchu

 20 abril, jueves. La ciudad del cielo.

Alojamiento: Casa Patacalle. Ollantaytambo. 15 euros.

Machu Picchu.

El día anterior habíamos pedido en el hotel una mototaxi para que nos recogiera a las 7,20 pensando que teníamos que estar a las 7,30 en la estación del tren, pero nos equivocamos y es que los billetes destacan más la hora de estar en la estación que la de salida del propio tren. Debíamos estar en la estación a las 8 para tomar el tren a las 8,30. Buena noticia que nos permitía estar más tranquilos e ir caminando durante diez minutos  a la estación, pero también disponíamos de menos tiempo entre el tren y el autobús.

Recorrimos el paseo hasta la estación que era cuesta abajo y llegamos con tiempo suficiente. Mientras esperábamos vimos descender mucha gente local con grandes fardos. Preguntamos y nos dijeron que trabajaban como porteadores para los turistas que hacían el camino inca. Por cada dos personas que lo hacen no sé si nos hablaron de unas cuatro o seis personas necesarias para llevar todo tipo de trastos. Y según nos dijeron estos trabajadores eran  transportados en peores condiciones que los turistas ya que lo hacían masificados en los trenes. Textualmente nos dijeron que los transportan como a ganado.

Y cerca de la hora comenzamos a ver la maniobra de los trenes que daban la vuelta para partir. Un par de trabajadores nos pidieron el billete y el pasaporte y buscamos nuestros asientos. A favor de la marcha y con una mesa para nosotros solos ya que el tren iba vacío en ¾ partes, al menos este vagón.


Añadir aquí que los billetes los compramos en Madrid, como 15 o 20  días antes de partir. Fui observando el número de billetes que quedaran por vender para no arriesgarme a quedarme sin ellos. Cuando los adquirí, aún quedaban casi un centenar para el día y la hora que queríamos.  Y es que hay un número de entradas determinadas en función del itinerario elegido que hay varios y los intervalos de entrada van de hora en hora.


La página oficial es  https://www.machupicchu.gob.pe/ donde explican los circuitos que hay, lo que contienen y cómo adquirir las entradas.

Elegimos el itinerario 2 por ser el más completo para disfrutar de la ciudadela. Hace tres años, en nuestro primer intento, habíamos elegido subir al Wayna Picchu. Pero entonces no había tantos itinerarios  y excluyentes, como ahora. Antes se entraba y se podía estar el tiempo que se quisiera. Ahora dan 4 horas. Así, si queríamos subir al Wayna y para ello, tomarnos nuestro tiempo ya que la subida es dura, restaríamos ese tiempo de la visita a la ciudadela. A no ser que se adquirieran dos entradas distintas, pagando dos importes, e invirtiendo un esfuerzo físico considerable, primero en la ascensión y luego en la visita a la llacta. La otra opción era dedicar dos días, en uno se subiría al Wayna Picchu y en otro, se disfrutaría de la ciudadela.

En cuanto a la hora de entrada, había leído que a partir de las 12 o 13 horas marchaba mucha gente, toda la que había entrado entre las 7 (los que quieren ver el amanecer) y las 9 (estos son principalmente grandes grupos que vienen desde Cusco), así que elegí el horario de entrada de 11 a 12, para entrar sobre las 11,45.

Valoramos la ascensión al Wayna Picchu, pero leímos que esto se había puesto de moda y que no aportaba grandes vistas o vistas espectaculares que justificaran sacrificar gran parte del sitio arqueológico en sí.  Por otro lado, la subida es muy dura, ya que al margen de la altura, el camino es muy malo, con grandes precipicios y peldaños muy empinados. Leí en algún sitio que en determinados puntos se podía pasar mal. Así que sumando todo llegamos a la conclusión de prescindir de esta penosa ascensión. ¿nos perdimos algo? Seguramente sí, pero no lo sabremos con certeza nunca. Lo que puedo anticipar es que disfrutamos como niños emocionados cada rincón de este mágico lugar, y también estoy segura de que gran parte de este disfrute se lo debemos a nuestro guía que supo enseñarnos este lugar con el corazón.


El tren comenzó su ruta, lenta, a lo largo del rio Vilcanota entre hermosos paisajes de cumbres andinas hasta que hora y media después nos dejó en la estación de Machupicchu o Aguas calientes. Al descender  una nube de guias ofrecían sus servicios. Señales en el suelo nos dirigen al autobús. Lloviznaba. Mala suerte, pero a ver qué pasaba a lo largo del día. Cruzamos el río y siguiendo las indicaciones pintadas en el suelo, llegamos a la taquilla de la venta de billetes sin cola alguna para después sumarnos a la fila para esperar el autobús de las 10,20.  Habíamos quedado con Wilson arriba, a la entrada del Machupicchu.

Y a la hora prevista llegó  el primer autobús, que se llenó, pero inmediatamente apareció el segundo. 

Como éramos casi los primeros, pregunté al conductor por el lado más adecuado para tener mejores vistas y me dijo que al suyo, en primera línea, y allí fui todo el camino disfrutando de toda la inmensidad que se abría al parabrisas del autobús aunque las vistas hacia el lado derecho no desmerecían nada ya que según ganábamos altura, el valle se hacía más profundo mientras que las nubes jugueteaban abriéndose y cerrándose, dejando ver o escondiendo detrás. Durante media hora ascendidos acompañados de la lluvia, aunque el conductor nos dijo que en poco se despejaría. Y así fue.  

A nuestra llegada, muchas gente en la plataforma que da acceso a la entrada, supongo que todos cuyo horario de entrada era de 11 a 12.  Allí nos encontramos con Willson pero antes fuimos a los servicios ya que dentro no hay. Y me pareció vergonzoso que nos   cobraran 2 soles, el doble que en otros sitios, cuando habíamos abonado ya casi 150 euros por persona, solo por la entrada, el tren y el autobús, para poder visitar este lugar. Me pareció abusivo, además de que estaban sucios y sin papel, de lo cual, indignada, me quejé a la pobre joven que estaba en la taquilla cobrando sin parar. Wilson nos diría que solo con el beneficio que se saca de los baños, se paga a todo el personal empleado en de la plataforma.

Pero llegó el momento de disfrutar. Este sería el momento cumbre de nuestra visita al país, junto con la selva. Y con Wilson  y un poco de lluvia fuimos ascendiendo hasta la casa del guarda donde se aglomeraba un montón de turistas y desde donde contemplamos las primeras vistas de este lugar de una belleza indescriptible.

Wilson, sin prisa, nos dijo que nos quedaríamos todo el tiempo que fuera necesario para poder hacernos una foto y verlo algo despejado. Desde allí a nuestros pies, pudimos contemplar la zona agrícola de la ciudad con sus grandes andenes descendiendo la pronunciada ladera de la montaña y más abajo, entre la neblina, aparecían los edificios que conformaron el área urbana de la ciudad.

Tras esta primera toma de contacto un poco abrumados por que todos habíamos entrado a la vez y nos acumulábamos en el mismo sitio, siguieron otras, más espectaculares aún, ya que Wilson se lo conocía como la palma de su mano, sabía los puntos desde los que se podían admirar las mejores vistas de este mágico lugar y donde había menos gente. Si no, esperaríamos pacientemente.

Y, poco a poco cuando la gente comenzó a dispersarse y nosotros fuimos conscientes de donde nos encontrábamos, comenzamos a disfrutar de la magia de este lugar que de niños y siendo jóvenes, jamás habíamos soñado tocar.

Ante nosotros se abría un escenario mágico, de una belleza inigualable, de muy difícil descripción…Las montañas verdes elevándose hacia el cielo, parecían flotar entre las nubes que jugaban con ellas, escondiéndolas, o mostrándolas, en parte, o completas. Esa primera consciencia de la grandiosidad de la que estábamos rodeados, de la belleza del lugar, nos robó el corazón y sentimos lo que no habíamos sentido en nuestra vida. Entonces, Angel y yo nos miramos. Estábamos allí, en ese escenario mágico, único, y estábamos los dos juntos. No lo habíamos imaginado nunca, pero era real. Y nos abrazamos y …lloramos como niños. Y solo sentí  un poco de pudor porque nos viera Willson. Cada vez me importa menos expresar mis emociones, sobre todo si son tan  intensas, positivas y puras como esas. Pero creo que Willson nos comprendió y de alguna manera, pese a que acabábamos de conocernos, sentí que empatizó con nosotros.

Machu Picchu,  ubicada a medio camino entre los Andes y la floresta amazónica, es considerada una obra maestra de la arquitectura y la ingeniería y fue mandada construir por Pachacútec en el siglo XV. Se cree que tuvo una población móvil como la mayoría de las llactas incaicas, que oscilaba entre 300 y 1000 habitantes. Pero Machu Picchu no era un complejo aislado. Había  muchos centros administrativos cercanos así como abundantes complejos agrícolas formados por terrazas de cultivo ya que la ciudad  dependía de estos complejos para su alimentación, pues los campos del sector agrario de la ciudad habrían resultado insuficientes para abastecer a la población prehispánica. ​ La comunicación era posible gracias a las redes de caminos incaicos llegando hasta esta ciudad ocho caminos.

El complejo está claramente dividido en dos grandes zonas: la zona agrícola, formada por conjuntos de terrazas de cultivo, que se encuentra al sur; y la zona urbana, que es, por supuesto, aquella donde vivieron sus ocupantes y donde se desarrollaron las principales actividades civiles y religiosas. Ambas zonas están separadas por un muro, un foso y una escalinata, elementos que corren paralelos por la cuesta este de la montaña.

Siempre digo que, si las construcciones en el Machu son importantes, lo realmente grandioso es su enclave. No hay palabras para describir lo que nuestros ojos abarcaban: cumbres verdes emergiendo entre girones de nubes desgarradas por el viento, gigantescas gargantas a nuestros pies,  las ruinas de esta ciudad perdida extendiéndose bajo nostros… y este escenario nos rodeaba por completo, miráramos donde miráramos. Aunque lo hubiéramos visto en fotografías mil veces, en televisión, videos, reportajes, nada, nada alcanza a la grandiosidad de vivirlo en primera persona, nada de lo visto era ni siquiera semejante o rozaba la realidad de que nos rodeaba. Era aún más maravilloso de lo que había pensado o imaginado. Solo por ver esto, por sentirlo, ya merecía la pena el viaje.

Y de la mano de Wilson, estupendo guía que parecía no tener prisa y que manejaba la cámara del teléfono móvil con una gran habilidad, además de conocer todos los rincones ocultos y maravillosos de este lugar, seguimos desgranando vistas, lugares, perspectivas, rincones…Disfrutamos mucho.


Y llegó el momento de descender a la zona urbana y ahora ya, pasadas las 13 horas, estábamos casi en soledad. Nos cruzamos con poca gente y pudimos disfrutarla  como yo había deseado. Caminamos por sus calles, atravesamos puertas de una simetría perfecta, contemplamos y disfrutamos con la alineación de las ventanas, también casi perfecta,  incluso nos permitimos el lujo de sentarnos en un rincón con esta hermosa inmensidad a nuestros pies y rodeados de tanta belleza, nos tomamos unas galletas de canela con algo de chocolate que llevaba en la mochila. Y a Willson, que le encantaron las galletas, le dije que luego me las pidiera, pero, lamentablemente se nos olvidó, a los dos y él se lamentó por whatsap con un divertido y breve comentario. 

Las galletas regresarían a Madrid y cada vez que coma una...me acordaré de él y de lo que de su mano de Willson sentí.

Todavía guardo imágenes que permanecen impresas en mi memoria, como el templo del sol que parecía casi suspendido en el abismo, o la perfección de los bloques que formaban el templo principal.

Pero sin duda lo más hermoso, lo más mágico son las vistas panorámicas de todo el conjunto que parece retar a la Ley de la Gravedad colgando casi hacia el abismo, parece sostenido mágicamente, dibujándose en la inmensidad de un grandioso marco de incomparable belleza. Es,…la ciudad del cielo, entre nubes y cimas. Un paisaje difícil de imaginar y de describir.

Y, sinceramente, no me interesaron mucho todas las construcciones diferenciadas que presentaba este sector. Escuchaba a Wilson hablar de ellas: el templo del sol, la residencia real, la pirámide intihuatana,… u otros aspectos de la ciudad. Estaba tan inmersa en la contemplación de todo el conjunto que sentía que si dedicaba más tiempo del estrictamente necesario a un solo aspecto de este todo, perdería la magia de todo el conjunto. Y necesitaba empaparme de ello. Además, creo que con la edad he perdido la capacidad de dedicarme a varias cosas a la vez, así que cada vez más, me dedico a una. En este caso me entregué por completo a sentir lo que contemplaba. Todo el conjunto era bello. Si lo desmembraba, perdería esa belleza. Además, posiblemente dejaría de sentir tan intensamente como lo estaba haciendo. Tenía que aprovechar este momento único.

Siento no poder describir todo lo que sentí y me encanta que pese a mi edad ya, los 62 años y los 67 de Angel, haya escenarios, como este, que sean capaces de hacer saltar emociones tan intensas. Me hacen sentirme viva, más viva que nunca. Qué bien que no se nos acabe la capacidad de sorprendernos, como a los niños, y mejor aún, de que la belleza nos sorprenda y nos conmueva, como en este caso.

La ciudad parece que coexistió durante la ocupación española quienes al parecer tenían conocimiento de su existencia ya que cobraban sus impuestos en Ollantaytambo y no parece que subieran a esta urbe. Se perdió en los siglos hasta que se redescubrió en el siglo XX.


En la explanada inferior Wilson nos contó que había habido un  monolito de piedra en el centro y que fue retirado cuando nuestros monarcas, los actuales “eméritos”,  visitaron este lugar al que llegaron en helicóptero que aterrizó allí. Y en ese momento sentí pena, porque seguramente no llegarían a ascender a la parte superior desde donde nosotros habíamos contemplado esas maravillosas vistas que nos habían hecho saltar las lágrimas. Ventajas de pertenecer a la plebe.

Desde este lugar pudimos contemplar la perfección de los andenes o  terrazas de cultivo que descendían por la ladera de la montaña como gigantescos escalones tapizados de verde.

Pasadas las 14,30, comenzamos a abandonar la ciudad para tomar el autobús de vuelta. No agradeceríamos lo suficiente a Wilson su dedicación y el cariño con el que nos trató y Angel le dijo que tenía la sensación de que no le pagábamos lo suficiente.

Tomamos el autobús y ya en Aguas Calientes como nos sobraba mucho tiempo, nos dedicamos a pasear por los puestos que se sucedían unos a otros, casi todos con lo mismo. Nos entretuvimos hasta que llegó la hora de nuestro tren y retomamos el camino de vuelta durante el cual, y como lo planifiqué, nos acompañó la luz del día.

Una vez en Ollantaytambo, iniciamos el camino de regreso. Dejamos aparcamientos donde autocares parecían esperar a turistas procedentes del tren para, supongo, desplazarlos hasta Cuzco. A nuestro juicio, es mejor quedarse a hacer noche en Ollantaytambo. Y aquí añadir que cuando estuve mirando algunos programas de viajes organizados, sorprendentemente en algunos no se contemplaba la visita al sitio arqueológico de Ollantaytambo. Se limitaban a traerlos de Cuzco al tren y luego a regresarlos de nuevo. Para mi la visita a esta ciudad y a sus ruinas es imprescindible.

Sin nada en el estómago excepto las galletas de canela de Wilson y el chocolate, nos dirigimos hacia el mismo restaurante de ayer que nos recibieron como si fuéramos de la familia, y variamos algo el menú, que fue igualmente exquisito. Felicitamos a los cocineros  a los que podíamos ver trabajar detrás de una barra y que nos parecieron maravillosos. Y no he conseguido recordar su nombre que no sé si es Uchucuta. Estaba después de pasar el puente que cruza el río, creo que era el segundo a la izquierda y se accedía subiendo por unas escaleras.

Después de disfrutar de nuestra cena regresamos de nuevo al siglo XV paseando por las empedradas calles de Ollantaytambo flanqueadas por edificios de piedra, para regresar a nuestro hotel a descansar.

21 de abril, viernes. Regresamos a Cusco

Alojamiento: Casa Duran. Cuzco. 25 euros

Ollantaytambo-Chinchero-Cusco

Como casi todas las noches duermo mal. Me despierto cada dos o tres horas con una sensación extraña de agitación, como si me faltara el aire. Inspiro y me vuelvo a dormir. Aquí hemos estado a casi 2.800 metros, 600 menos que en Cuzco, pero parece que no noto esa diferencia.

Hoy estaba más cansada y me ha costado levantarme. Recibimos un whatsap de Dionel retrasando 15 minutos nuestra recogida. Será a las 9,15. Y más o menos a esa hora llega.

Ponemos rumbo a Chinchero. Como inicialmente no estaba programado nos cobra 11 dólares, así que decidimos no dejarnos este lugar después de todo lo recorrido así que llegamos allí en poco tiempo y nos lleva en primer lugar a un taller de artesanía donde nos ponen las ropas típicas y nos explican cómo se transforma la lana de alpaca o llama hasta que la vemos convertida en una prenda, como se tiñe, (curioso el color rojo de las cochinillas) similar a lo que ya vimos en Cusco.

De ahí ascendemos por bonitas callejuelas que parecen congeladas en el tiempo para desembocar en una gran explanada, la plaza principal,  rodeada de construcciones en una fusión extraordinaria entre la arquitectura inca y la colonial que hacen de este lugar un sitio de belleza peculiar. 

Sobre el verde central vemos grupos de mujeres ataviadas con ropas típicas y que sobre sus mantas venden artesanía aunque ahora disfrutan de lo que parece su comida.  En esta explanada estuvo el palacio de Túpac Yupanqui y sobre sus restos se levanta ahora una iglesia.

Nos asomamos al sitio arqueológico donde podemos  apreciar andenes, terrazas, recintos de piedra, camino inca, banco de piedras, canales de agua y templos.  Durante la guerra que enfrentaron a los incas con los españoles a mediados del siglo XVI, el ejército de Manco Inca incendió Chinchero, sus andenes y recintos, para evitar que los españoles consiguieran provisiones.

Vemos ahora como los andenes que se descuelgan por las laderas hacia el fondo del valle. No me canso de admirar estos hermosos paisajes, espectaculares, magníficos. Y ahora, según lo relato mantengo en mi recuerdo el verde intenso de la hierba de los andenes, contrastando con el oscuro verde de las montañas del fondo. Entorno grandioso y bello. 

Dionel nos comenta que aquí están haciendo el aeropuerto. El de Cusco es pequeño y lo cerrarán. Y es cierto porque llama la atención la proximidad de las casas a las pistas. Nos dice Dionel que están contentos. Pobrecillos, lo saben la que se les viene encima, un sitio tan tranquilo, tan hermoso….


Y ya regresamos de nuevo a Cuzco, a Casa Durand. La misma habitación.

Comentar que Dionel al segundo día de nuestro recorrido, nos pide algo del dinero pactado. Nos mostramos extrañados pero dice que tiene que pagar gasolina, etc. Y esto también nos pasó en Ollantaytambo. Pregunté a Maribel, la dueña de casa Durand quien me confirma que es costumbre en el país cuando hay varios días de servicio, pagar día a día. Error nuestro. Hemos importado aquí nuestra forma y costumbre de pago, sin pararnos a pensar que en otros lugares, como en España, puede hacerse de forma distinta. Nos disculpamos con Dionel por ese malentendido ya que él se ha incomodado pidiéndonos los pagos. Añadir que Dionel ha preferido que le pagáramos en euros.

Ya en Cusco Dionel nos envía un whatsap informándonos de que mañana tiene un acto de su hija y si es posible que un compañero haga el servicio de llevarnos al aeropuerto. Le decimos que entonces le pagamos lo que nos resta a este compañero, pero prefiere cobrarlo él así que  acordamos encontrarnos en  el restaurante que él nos enseñó y al que por segunda vez volvemos. Una vez allí le abonamos lo que quedaba y le decimos que hubiéramos preferido que nos llevara él, pero que lo comprendemos. Entonces dice que si salimos un poco antes (media hora) nos podría llevar aunque llegue un poco tarde y así lo acordamos.

Dedicamos la tarde a pasear por Cuzco y nos acercarnos al mercado de   San Pedro. De camino paramos en una joyería para comprar plata cuzqueña, que tiene buena fama y tenemos cumpleaños cercanos. El mercado no se encuentra muy lejos de la plaza de Armas.

Y allí se vende de todo, desde artesanía, hasta alimentación. Es un estupendo lugar para comprar regalos a buen precio.  Y de nuevo los colores lo desbordan todo. Recorrimos el mercado y compramos un par de bolsitos.

Después nos dirigimos a  la plaza de Armas, recorremos la calle a la que da la fachada de la casa del Inca Garcilaso de la Vega,  atravesamos la plaza de Armas para después, adentrarnos con las calles del barrio de San Blas y, como no, hay que ascender, y me sigue costando mucho trabajo. 


Pero tras subir una calle, nos encontramos con premio: este barrio está lleno de  pintorescos rincones que merece la pena conocer. Son calles estrechas, peatonales y muy tranquilas, y con un tipismo encantador. Damos con un mercado en el que quedan algunos puestos abiertos y volvemos a comprar fruta fresca. Ahora con la perspectiva del tiempo creo que este barrio es un lugar imperdible.

Llegamos pronto al hotel a descansar y deshacemos las maletas para organizar todo el equipaje ya que tenemos que coger lo que necesitaremos para la selva y que nos quepa en las mochilas según las instrucciones que nos han dado. Una vez hecho, regresamos a la cercana tiendecita donde venden nuestras empanadillas de carne y pollo, deliciosas. Ya conocemos a la señora y charlamos amigablemente con ella. Casi se ha hecho de la familia. Nos ha resuelto más de una cena de forma agradable y relajada.