17 de abril lunes. El sur del Valle Sagrado.
Alojamiento: Casa Durand. Cuzco. 25 euros.
Arequipa-Cuzco- Andahualillas-Tipon-Rumilcola-Piquillacta-Cusco
A las 5,45, Elmer, el
taxista recomendado por nuestro compañero de viaje de Lima a Arequipa, nos
recoge y tan solo quince minutos después estábamos en el aeropuerto para tomar
nuestro vuelo a Cusco a las 8 de la mañana.
De nuevo hacemos uso del embarque preferente. Ya lo hemos aprendido así
que nos aprovechamos de esta ventaja y somos de los primeros en embarcar. Lo
que valoro de esto es que al no ser de los últimos, tenemos asegurado que nuestro
equipaje viajará con nosotros en cabina y no será facturado.
Con una puntualidad
casi británica partimos a las 8 para llegar a Cusco a las 9, antes de la hora
prevista y esto produjo una pequeña confusión a nuestra llegada. Desde Madrid
había contratado un taxi cuyo conductor era también guía titulado. Habíamos cerrado
un precio total de 345 dólares por sus servicios durante cuatro días por el
Valle Sagrado . (Dionel: +51
984861099. Diobacon2@hotmail.com)
Pero cuando salimos
del aeropuerto al aparcamiento no estaba nuestro taxista guía. Nos esperaba más
tarde y antes de llegar se quedó atrapado en un pequeño atasco, además de que
sin pasajeros no podía entrar en el aeropuerto, por lo que tuvimos que salir a
buscarle. Un poco accidentado todo e improvisado, pero bueno, por teléfono lo
solucionamos sobre la marcha.
Una vez hechas las
presentaciones y guardado todo el equipaje en el taxi, ya habíamos decidido
poner rumbo al Sur y comenzar nuestra ruta, en lugar de ir al hotel perdiendo
un tiempo precioso, ya que tendríamos que pasar de nuevo por el aeropuerto, así que nuestro primer destino estaba en
Andahualillas, en su iglesia, a unos 50 km de Cuzco, una hora.
Mientras circulábamos
atravesamos pueblos “monotemas”. Y es
que me resultó más que peculiar comprobar que casi un pueblo entero, Oropesa,
se dedicaba a la fabricación de pan, muy rico por cierto. Dionel paró en una
tienda a comprar y yo pequé y es que desde que habíamos llegado a Perú no había
probado este manjar tan español. En
otro pueblo se dedicaban al churrasco y en otro a los cuis, o cobayas y los
restaurantes, con lo que para ellos es un manjar, se sucedían unos a otros.
Curioso.
Continuamos nuestro
camino hasta llegar a Andahualillas.
Camino jalonado por grandes blandones que poblaban la carretera en las
poblaciones que atravesábamos y de perros de cualquier tamaño que estaban
sueltos y cruzaban cuando querían.
Su exterior no delata
la maravilla que encontramos en su interior. Lástima que no se pueda
fotografiar. Todo su interior presenta una exuberante decoración con un techo
mudéjar con murales y lienzos que sirvieron para adoctrinar a los ‘indios’
durante la época colonial. Estos murales muestran pasajes de la biblia y
algunos tienen escritos en lengua quechua, el idioma de los incas, que según pudimos
comprobar a lo largo de nuestra estancia se seguía hablando en la región.
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Imagen de internet |
Su construcción data
del siglo XVI y los murales son del XVII, obra de un artista peruano. Su
suntuosa y abigarrada decoración era ya motivo de constantes visitas de
personalidades del Cusco. El pueblo, como muchas otras comunidades andinas,
tuvo que soportar la pobreza y las consecuencias de la revolución fallida de
Túpac Amaru II en 1780.
En el baptisterio
Dionel llama nuestra atención sobre una inscripción que aparece en varios
idiomas, latín, español, quechua, aimara y puquina, las principales lenguas de
la colonia: “Yo te bautizo en el nombre del padre, y del hijo y del espíritu
santo. Amén”.
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Imagen de internet |
En la pequeña y bonita
plaza nos fijamos en unos hermosos ejemplares de árboles que seguramente han
sido testigos mudos de muchos e importantes acontecimientos a lo largo de su
vida.
Y pusimos rumbo a
nuestro segundo destino, Tipón. A su entrada, adquirimos el
boleto turístico de 10 días por 130 soles por persona, unos 35 euros, y que
incluía la visita prácticamente a todos los lugares arqueológicos del Valle Sagrado
que íbamos a visitar, exceptuando iglesias o catedrales.
Durante la invasión
española en el siglo XVI, las edificaciones de Tipón no fueron destruidos por
lo que actualmente mantiene gran parte de su figura original.
Ascendemos despacio por las terrazas y andenes hasta llegar a sus fuentes por donde sigue fluyendo en agua de manera constante y precisa, 600 años después. Estos andenes habrían servido de centro de experimentación agrario.
En el otro extremo encontramos
habitaciones de piedra y adobe además de conductos de agua que parece que hayan
sido construidos ayer. El agua recorre prácticamente todo el recinto. Y es allí
donde solo fugazmente puedo observar un colibrí, pero de gran tamaño. Dionel me
lo confirma. Es una especie de mayor tamaño que la que conocimos en Costa Rica.
Me cuesta caminar. Parece que el soroche no me da respiro.
Encontramos Piquillacta en medio de la más absoluta
la nada. Fue una ciudad pre–incaica ocupada por los Wari, una cultura andina
que se desarrolló en los andes centrales y sur así como parte de la selva del
Perú entre los años 100 y 1,200 después de nuestra era.
Nuestra vista se pierde en esta gran ciudad en la encontramos mucha gente trabajando y ningún visitante excepto nosotros.
Al bajar encontramos
una lugareña que trabaja piedras de pizarra que convertía en distintos objetos,
como por ejemplo un calendario inca que no me resisto a comprar. Cuando veo a
alguien trabajando artesanalmente algo, es difícil que, si su precio me resulta
asequible, como es el caso, no lo
adquiera pese a que ya me sobran cachivaches en casa.
Ahora ya, cumplido el
objetivo para hoy, solo quedaba comer. Atrás dejamos pueblitos donde se habían
especializado en el cui, pero después de haber tenido como mascotas durante
años estos animalitos y no solo una, sino tres –compramos sin saberlo una
hembra preñada-decidimos no probar esta delicia culinaria no se me fuera a
hacer una “bola” como me ocurrió hace años con carne de ballena que compré en
Noruega para probarla.
Así que continuamos a
otro lugar donde su especialidad era el churrasco aunque en principio no
queríamos comer esto pero cuando quisimos rectificar no fue posible ya que era
un sitio sencillo y la dueña estaba finalizando su preparación. Y esto fue otro error ya que yo seguía sufriendo el
soroche, y no solo cansancio sino que la noche fue también “toledana” con un
sueño ligero, sobresaltado y discontinuo.
Poco después de las 15 horas dimos por terminado nuestro recorrido y nos dirigimos a nuestro hotel, Casa Durand, cerca de la plaza de Armas y en el casco histórico de Cusco. Calle estrecha donde no solo no se podía parar, es que tampoco era posible caminar cuando venían coches ya que el tamaño de las aceras no lo hacía posible. Cuando venía un coche había que parar y pegarse literalmente a la pared.
Rápidamente sacamos el
equipaje y acordamos la hora y el lugar de recogida para mañana. Como nosotros
no podíamos estar en la acera esperando, ni Dionel tenía tampoco donde esperar,
acordamos otro lugar a unos 50 metros de nuestro alojamiento.
Casa Durand al igual
que Gutierrez Mansión, es una casa de época que da a la calle adoquinada pero
cuyas habitaciones dan a un patio interior por lo que la tranquilidad está garantizada
a la vez de encontrarnos en el centro. La habitación suficiente, limpia con un
pequeño saloncito común en el distribuidor de la planta y abajo unas mesas
donde servían el desayuno. Maribel, su dueña, era una persona muy atenta y
aunque no estaba físicamente en el establecimiento, estaba permanentemente
conectada con los clientes a través del whatsap.
Descansamos, nos acoplamos
ya que aquí estaríamos dos noches más, y salimos a pasear por las calles de
Cuzco. Cambiamos dinero a un precio aceptable en una calle que nos recomendó
Dionel, y llegamos a la plaza de Armas, pero ya había caído la noche por lo que no la aprecié
bien además de un gran cansancio. Mis piernas parecían columnas de hormigón y
caminar me costaba mucho. Pasamos por la piedra de los doce ángulos, en una
estrecha calle llena de gente y terminamos comprando un par de empanadillas en
un establecimiento cercano a nuestro alojamiento, que junto con unos
melocotones que compramos a una vendedora en la carretera se convirtieron en
nuestra cena. Y es que hemos comprobado que a partir de cierta hora no nos
apetece salir del hotel y nos resulta más cómodo tomar cualquier alimento
ligero en nuestra habitación.
18 de Abril, Martes. Cerca de Cusco.
Alojamiento: Casa Durand. Cuzco. 25 euros.
Cuzco- SAQSAYWAMAN-Qenco-Pukapukara-Tambomachay
La noche fue mala,
despertándome cada dos horas con una extraña sensación física de que algo me
pasaba, inspiraba profundamente y retomaba el sueño, pero superficial y tan
solo por otras dos o tres horas más. Ni siquiera tomándome un orfidal completo
conseguí dormir bien, cosa muy extraña en mí. No pensé que tres días después me
siguiera afectando el mal de altura.
Así que al día
siguiente después de un rico desayuno de pan con mantequilla, mermelada,
frutas, café y unos huevos, le comenté esto a Maribel, la dueña. Me tomó los
niveles de oxígeno, que yo ya sabía que eran muy bajos ya que habíamos traído
un oxímetro desde España que como solo llegaba al 86 u 87% de saturación, no
dejaba de pitar. Pero el de Maribel marcó lo mismo y no pitó así que me dijo que
eran los niveles normales en Cuzco. Vaya, en España nos mandarían al hospital.
Me puso unos minutos de oxígeno y fue lo único que realmente me alivió. Ni
masticar hojas de coca, ni beber litros de agua, ni la medicación, ni
infusiones o caramelos, nada lo hizo pero estos minutos de oxigeno me
inyectaron vigor, que se iría disolviendo como la niebla a lo largo del día.
Y en escasos minutos
llegamos a Saqsaywaman.
Es en sí todo un
parque arqueológico compuesto por diversos conjuntos más pequeños y formaciones
naturales aprovechadas con la misma finalidad. Y desde luego
la primera vista sobre sus murallas causa asombro y perplejidad.
Hay poca gente, que si
bien en un principio me molestan cuando frente a mi tengo ese impresionante
muro casi perfecto, luego me sirvieron para apreciar más su tamaño y el de
algunas de las gigantescas piedras que lo formaban.
Este muro principal que es la muralla, está construido en zigzag con piedras
gigantescas de hasta 5 metros de alto y 2.5 metros de ancho y de un peso entre
90 y 125 toneladas. Las piedras calizas
que forman esta muralla encajan entre sí a la perfección. Los españoles que las
vieron atribuyeron su construcción a los demonios y hoy en día, su elaboración
sigue siendo un misterio. Es en el primer piso de los baluartes donde las
piedras son de mayor tamaño, llegando a pesar unas 128 toneladas.
Y al margen de su impresionante
arquitectura, es indiscutible también su belleza y la perfección de su
construcción y nos deleitamos con su contemplación mientras que escuchábamos
las explicaciones de Dionel. Nos mostró figuras de animales que aparecían en
las murallas, formadas por la disposición
de las piedras.
Y fueron los españoles quienes destruyeron Saqsaywuaman tirando las piedras por la colina utilizándoles después para levantar la catedral y casas señoriales de la ciudad de Cuzco.
Disfrutamos de las
explicaciones y narraciones de Dionel sobre este hermoso y espectacular lugar
mientras que ascendíamos al resto del parque tras atravesar una de sus puertas, magnífica, casi
perfecta y ascendíamos al resto de sus
distintas construcciones.
Nos dirigimos después en coche al cercano Qènco.
Desde fuera vemos una enorme roca tallada que
bordeamos para acceder a su cámara subterránea excavada en la piedra y
obteniendo distintas formaciones como pisos, mesas, nichos y paredes donde se
celebraban rituales religiosos. Lo que más atrae nuestra atención es una
especie de sillón o trono excavado en la roca. Tiene habitaciones y posee un
sistema de drenaje para las lluvias.
Dentro esta cámara subterránea destaca una mesa
ceremonial donde posiblemente se realizaban el embalsamiento de muertos o sacrificios
de animales con motivos religiosos.
Ahora apenas tuvimos que esperar para acceder a
esta cámara, Dionel nos comentó que antes de la pandemia había grandes colas y
no permitían detenerse en su interior.
Rumbo ahora a Puka
Pukara y Tambomachay.
Pukapukara que quiere decir ‘fortaleza
roja’ debe su nombre a la tonalidad de sus edificios a la hora del atardecer, y
aunque no es esa hora, si observamos ese tono en los muros de sus edificaciones
que presentan un buen estado de conservación ya que los españoles apenas las
dañaron. Pero aquí las piezas son más pequeñas y están unidas con gran
precisión.
Podemos observar varios niveles en este pequeño
lugar a los que se llega a través de escaleras de piedra.
La función es algo incierta, pero como aquí hay
un tramo del camino inca podría indicar que se trató de un “tambo” o lugar de
descanso para los caminantes o tropas mientras que el inca descansaba en los
baños de Tambomachay. Así su comitiva compuesta por soldados, permanecería en este
lugar, el cual funcionaba al mismo tiempo como cuartel y lugar de descanso o
tambo. Hay una torre que se conecta visualmente con otra que se encuentra en Tambomachay.
Este lugar es una de las mejores muestras de la
habilidad de los incas en la manipulación del agua. Encontramos canales de agua
hechos de piedra labrada que acaban en dos vertientes donde fluye agua
cristalina todos los días del año.
De regreso a Cusco Dionel nos lleva a un lugar de artesanos donde confeccionan todo tipo de ropa y objetos con lana de vicuña, alpaca y llama y donde ponemos contemplar varias variedades de estos animales.
Alrededor de las 13 horas iniciamos nuestro
regreso a la ciudad donde Dionel nos recomienda un restaurante sencillo cerca
de la plaza de Armas a donde nos acompaña y por unos 10 euros los dos tomamos
el menú del día, una sopa muy buena y Angel una trucha y yo pollo con arroz que
no conseguimos terminar ya que las cantidades son muy generosas. Nos gusta
preguntar a la gente del lugar para evitar lo que Angel llama el “rancho para
turistas” que en España vendría a ser un plato de macarrones con pollo en
restaurantes para guiris.
Después de comer decidimos dar un paseo para
conocer la ciudad y nuestro primer destino es Qoricancha.
La entrada no está incluida en el billete
general que compramos ayer así que tenemos que abonarla a parte.
Originariamente Qorikancha era un templo
construido por los incas y dedicado al dios sol que con el paso del tiempo se
amplió y embelleció hasta convertirse en el lugar de culto más importante del
Impero Inca. Después de la conquista española en el siglo XVI, la orden
dominica construyó sobre sus estructuras el Convento de Santo Domingo con la
finalidad de someter culturalmente a los incas destruyendo la parte superior
del templo inca. Hoy, ambas construcciones conviven en un solo templo.
Estos muros son los más finamente labrados del
imperio. Se cree que Qorikancha ya existía antes de su definitiva remodelación
que ejecutó el emperador Pachacutec siendo quien ordenó revestir el templo con
láminas de oro.
Los jardines exteriores del templo son también
dignos de admirar, pero, a mi el soroche no parece querer darme tregua y me
siento muy cansada, por lo que aunque tenga curiosidad, el cansancio a veces me
vence y me resta fuerza
Tras nuestra breve visita nos dirigimos ahora hacia la Iglesia de la Compañía en la misma Plaza de Armas sobre la que hoy luce un hermoso sol.
Dionel nos contó que la bandera de Cuzco es similar a la bandera LGTB pero la diferencia es que la de Cuzco tiene siete colores mientras que la LGTB tiene solo seis
Y situada en esta misma plaza nos disponemos a visitar la Iglesia de la Compañía de Jesús. Y resulta ser una hermosa iglesia barroca, leo que de las más bonitas de Perú, aunque no sé si impresionada aún por los lugares incas visitados por la mañana, o porque aquí todo me resulta muy familiar, no lo aprecio en toda su belleza. Me sigue pareciendo mucho más hermosa la de Andahualillas. En su interior es de destacar los altares y un púlpito.
Y subimos, como no, al campanario desde el que
se tiene una hermosa vista de la Plaza de Armas aunque a mi, subir las pocas
escaleras que allí nos llevan me ha requerido el esfuerzo de una gran escalada.
No me libro, no, del mal de altura.
Y ahora, la catedral, también en la misma plaza
de Armas. Nos indican mal la entrada y nos envían al otro extremo. Hay que
añadir más esfuerzo, así que para el otro lado. Su exterior es imponente y en
su interior hay una mezcla de estilos barroco, gótico y plateresco. El altar
mayor es toda una belleza y nos detenemos particularmente en un cuadro que
representa la última cena y donde el plato principal es…cuí o cobaya y donde Dionel nos dice que los dedos índice y
anular desplegados en la mano de Jesus formando una “V” quiere decir que pide “dos raciones” de esta
delicadeza culinaria.
Tanto en nuestras visitas a Qorikancha, a la iglesia de la Compañía y a la catedral, hemos rechazado la compañía de un guía. Queremos ir a nuestro aire y ritmo. Estamos algo cansados y no para detenernos en detalles que seguramente olvidaremos unos días después.
Regresamos por las callejuelas del casco de
Cusco pasando de nuevo por la piedra de los doce ángulos, esta vez con luz.
Esta piedra es una roca diorita verde (muy usada en las construcciones incas
importantes) que forma parte de uno de los muros pertenecientes al famoso
palacio de Inca Roca del siglo XIV. La piedra tiene un peso aproximado de 6
toneladas. En sus bordes no es posible introducir una aguja pues sus doce
ángulos encajan perfectamente con las piedras que la rodean.
A pesar de que en el mismo muro existen piedras
que poseen más ángulos, éstas no poseen la perfección de la de los doce
ángulos. Las investigaciones señalan que si se retira, se vendría abajo toda la
construcción.
La piedra usada para la construcción del muro y
de los principales palacios incas fue traída de Sacsayhuaman. El trabajo de
tallado y pulido en doce ángulos siguió el perfeccionismo que caracterizaba a
los incas. El muro posee una forma trapezoidal y una ligera inclinación
característica de las obras incas más importantes. El objetivo era soportar
mejor los movimientos telúricos. Debido a su solidez, los españoles no pudieron
derribarla. Hasta hoy, después de más de 500 años, la piedra de los 12 ángulos
se mantiene incólume.
Dejamos la visita al barrio de San Blas para otro día y nos fuimos a descansar a la habitación de la que saldríamos a las 19 horas para comprar otras dos empanadas que nos tomaríamos con fruta en la misma habitación. Una vez más, no tenemos ganas, ni ánimos de salir y las empanadas que disfrutábamos ya en pijama, nos estaban salvando las cenas porque además, estaban muy ricas.
Antes de acostarnos intenté adquirir por
internet los billetes del autobús (empresa Consetur) que nos subiría desde la
estación del tren en Aguas Calientes hasta el mismo Machupichu ya que el guía
que tenía buscado así nos lo recomendó para ahorrar tiempo y evitar las colas
para adquirirlos en taquilla. Y es que teníamos el tiempo holgado pero
justo. Pero, cuando tenía completados
todos los datos que me pedían, el mensaje del banco con la clave para autorizar
el pago, no me llegaba. Hasta que me di cuenta de que teníamos otra tarjeta SIM
y habíamos cambiado de número de teléfono y ahora era peruano. No podríamos
hacer ninguna operación por internet que requiriera pago. Siempre se escapa
algo a nuestro control. Y además mencionar algo que observé alguna que otra
noche como era la dificultad para concentrarme. Creo que no solo era cansancio.
Posiblemente se sumaba al soroche.