El Valle Sagrado

 19 de Abril, Miercoles. El valle Sagrado de los Incas

Alojamiento: Casa Patacalle. Ollantaytambo. 15 euros.

Cuzco-Pisac-Urubamba-Maras-Moray-Ollantaytambo

Hoy Dionel nos recogió un poco más pronto, a las 7,45 aunque yo hubiera preferido antes, pero tanto él como Angel hablaban de las 8 así que  llegamos a un acuerdo medio. Luego pudimos comprobar que yo tenía razón y nos había hecho falta un poco más de tiempo.

El tráfico le hizo llegar unos 10 o 15 minutos  tarde para poner rumbo a Pisac.


Nos detenemos en un mirador desde donde se contemplaba una hermosa vista de todo el fértil valle surcado por el rio Vilcanota. Parece que aquí todo lo que se plante crece sin dificultad. Principalmente nos dijo Dionel que era maíz, de varios  tipos y con el que hacen cerveza que ellos llaman “chicha”. De aquí el nombre de “chicherías” a los establecimientos donde la venden que además se identifican colocando un palo largo con un trapo en el extremo, rojo si es chicha morada y amarillo si la chicha es amarilla.

Y tras ascender dejamos el “carro” en el aparcamiento de Pisac pequeño aunque a primera hora había sitio suficiente lo que no ocurrió cuando salimos.

Dionel nos fue guiando por la ciudad de Pisac de la que lo primero que destaca son sus terrazas de cultivo que con precisión casi matemática se suceden unas a otras descendiendo por la ladera de la montaña hacia el valle y luego a la izquierda y arriba, podemos ver restos de la  antigua ciudad que en su día tuvo varios barrios, a donde ascendemos, no sin dificultad ya que aquí la altura es considerable, a casi 3000 metros. Caminamos por sus estrechas calles entre los muros de piedra de sus casas ascendiendo hasta la cima. Y si exceptuamos que las viviendas carecen de techumbre, parece que el tiempo se hubiera detenido aquí y todo estuviera exactamente igual que cinco siglos atrás.

De nuevo las piernas me parecen columnas de hormigón, pero llegamos arriba para contemplar el hermoso paisaje de todo el conjunto: las terrazas descendiendo como escaleras de gigantes,  las paredes de las casas en las que con mi imaginación pongo el techo, el valle al fondo, la magnífica cordillera que nos rodea, y el camino inca que parece que vamos encontrando en todos los rincones de este valle.

De regreso, Dionel también llama nuestra atención sobre una pared que tenemos frente a nosotros en la que se divisan agujeros que son o fueron en su día tumbas que saquearon los españoles en el siglo XVI. Hubo más de 10.000. También dañaron otros lugares de esta ciudad que fue abandonada por los incas. Parece que los españoles fueron arrasando a sangre y fuego por donde pasaran.

Y yo, sorprendida desde ayer por estos maravillosos ingenieros y arquitectos que eran los incas, que planificaron y diseñaron grandes complejos urbanísticos  y templos magníficos resistentes a los seísmos, murallas, no solo casi inexpugnables compuestas por unos gigantescos bloques de piedra dispuestos con una precisión casi inexplicable, sino hermosas, que investigaron y realizaron novedosos experimentos agrícolas,  y en mi ignorancia supongo que aún más, me pregunto una y otra vez, y me disculpo si ofendo a alguien, cómo es posible que cuatro piojosillos hambrientos venidos de España que les quitaban las bellotas a los cerdos, pudieron hacer caer el imperio inca de una grandeza y sabiduría que me tenía admirada.

Y es que la conquista de El Perú, fue ejecutada en sus inicios por un grupo de feroces y marginados españoles cegados por la codicia hacia el oro de los incas. Los invasores, siendo muy pocos, se aprovecharon de las rivalidades entre distintos grupos, de los rencores y venganzas,…reclutando en sus filas como aliados a miles y miles de indígenas que eran o habían sido a su vez sometidos y explotados por los incas. 


El miedo y el temor que despertaron animales desconocidos como caballos y perros, objetos como las armas de fuego utilizadas contra la población, armaduras y  cañones,  sumado a las epidemias que trajimos del viejo mundo como viruela y gripe y que diezmaron a la población, hicieron el resto. Así, se sacrificaron millones de nativos y la población inca que se cifraba en unos doce millones cuando llegaron los españoles, tres décadas después apenas llegaba al millón, dejando a la población indígena al borde de la extinción. Incluso se llegaron a realizar suicidios colectivos y matanzas de sus hijos para impedirles el sufrimiento que les esperaba a manos de los españoles. Y los españoles que llegaron después, casi superaron en crueldad a Pizarro y su gente. La supuesta evangelización fue una buena excusa que encubrió toda la miseria y horror que causa la ambición. Un trágico y triste fin de una gran civilización.

De regreso al coche y según descendemos vemos gente rubia caminando entre casas que formaban pequeños núcleos y  que no parecen ser peruanos y Dionel nos dice que es una zona donde celebran ceremonias de ayahuasca y que grupos de europeos se han instalado aquí.  Esto parece ser algo muy común o normal en Perú, que practica mucha gente aunque Dionel nos dice que tiene que hacerse de manera controlada y con gente profesional, una especie de chamanes que dirigen la ceremonia. Parece que de vez en cuando tanto peruanos como extranjeros, practican esa ceremonia a modo de “terapia”. Y es que la ayahuasca, también conocida como yagé,  contiene el alucinógeno dimetiltriptamina (DMT) que en muchos países como Estados Unidos o el Reino Unido es ilegal. Pero en Suramérica la ayahuasca es una parte integral de algunas sociedades tribales. En 2008, el gobierno peruano reconoció esta bebida como "uno de los pilares básicos de la identidad de los pueblos amazónicos".

 Algunos estudiosos afirman que el consumo de la "planta maestra" o "sabia" "constituye la puerta al mundo espiritual y sus secretos, razón por la cual la medicina amazónica se ha estructurado alrededor de la ceremonia ayahuasca. Basados en la evidencia científica, los beneficios clínicos del yagé son limitados, aunque quienes defienden esta bebida aseguran que cada vez es más popular como una herramienta para tratar trastornos de estrés postraumático, depresión y adicciones. La ayahuasca sólo es legal en Perú como parte de una ceremonia espiritual, y no se supone que se beba sin supervisión.

Continuamos descendiendo y Dionel nos dice que hoy,  miércoles, no hay un buen mercado en Pisac y ponemos rumbo a Maras pero nos detenemos  antes en el mercado de Urubamba

Allí nos sorprende que todo es gente local de diversos puntos que acuden a vender sus productos vestidos cada uno con su traje tradicional en el que ante todo nos llama la atención sus sombreros por su diversidad. 

Ya nos dijo Dionel que cuánto más alto es el sombrero, más categoría social se tiene y como otro dato curioso, las enaguas que llevan algunas mujeres también son un indicativo de nivel social. Más enaguas, mayor rango. Y por último para añadir otro dato antropológico, casi todas las mujeres llevan su pelo peinado en dos trenzas. Si están separadas están solteras pero cuando éstas aparecen unidas quiere decir que están casadas.

Y regresando al mercado,  de nuevo nos vemos rodeados, casi desbordados por colores, olores. Y caminamos entre los puestos fascinados por lo que vemos, mucho desconocido para nosotros. Dionel nos invita a pasear mientras él busca algo para comer. Pero Angel le dice que nosotros también comemos así que busca un puesto donde hagan rocota y lo encuentra.

Los puestos de comida son tableros en los que han puesto un hule y sobre el que cocinan con instrumentos cotidianos traídos de sus hogares. Al lado las mesas de los comensales son iguales, tableros con hules donde todos nos mezclamos para disfrutar de la comida que adquirimos en la cocina cercana. Cada uno coge su plato y cubiertos y se sirve. 

No quise mirar mucho las condiciones higiénicas en que se cocinaba, para no pensar,  pero sí podemos decir que fue la mejor rocota que comimos en todo nuestro viaje. Quise repetir pero las estaban friendo, con lo cual estarían ardiendo y teníamos el tiempo justo. Lo que sí confieso no haberme atrevido, es a comer  ensalada. Eso era ya asumir mucho riesgo. Y mientras comía observaba principalmente las manos de los compañeros de mesa, grandes, rudas, de campo, como las de mis abuelos, con los restos de la tierra marcados en las uñas.



Con el estómago medio lleno y comprando de nuevo fruta fresca, pusimos rumbo a Maras.

Ascendemos por una carretera que se convierte en una ancha pista forestal que discurre por un altiplano verde rodeado de un marco de montañas andinas espectaculares. La vista se pierde en estas enormes extensiones verdes y asciende por estas cimas hasta perderse en el cielo.  Tras circular varios kilómetros comenzamos un descenso suave y súbitamente en una curva podemos contemplar un paisaje que parece salido de una película de ciencia ficción. 

Parece un damero singular compuesto de celdas irregulares de distintos tonos blancos dispuestos en la ladera de una montaña y que descienden  hacia el fondo de un valle contrastando vivamente con el paisaje verde que le rodea.

Dejamos el coche y descendemos a pie. Según nos acercamos podemos distinguir mejor las tonalidades de este peculiar o extraño damero que van desde blancas, beis, rosadas…separadas unas de otras por unos pequeños muretes. Son pequeñas piscinas que poco a poco se van definiendo  según nos acercamos. Hay hasta tres mil pozos de sal natural y cada pozo tiene una dimensión de cinco metros cuadrados


En nuestro descenso hemos dejado atrás el riachuelo responsable de arrastrar las sales de la montaña desde un manantial hipersalino que se originó hace 110 millones de años durante la formación de la cordillera andina. Esta sal será  depositada en estas piscinas construidas en las terrazas en la ladera de la montaña y es comercializada en la actualidad y desde hace siglos.

Al no existir vegetación cercana se facilita su contemplación. Realmente el lugar es fascinante de una belleza única e inigualable.

Ascendemos, otra vez con trabajo y bajo un sol de justicia, para poner rumbo a Moray. De nuevo las enormes cumbres de la cordillera andina nos acompañan en nuestro recorrido y tras varios kilómetros circulando por una planicie llegamos a Moray.

Dejamos el vehículo para asomarnos a un complejo arqueológico donde andenes circulares o “muyus” se hunden en la tierra creando diferentes microclimas en lo que parece haber sido un centro de experimentación incaico para la agricultura. Nos asomamos  a otro paisaje fascinante compuesto de terrazas en círculos concéntricos casi perfectos.

Entre una terraza y otra podía haber varios grados de temperatura de diferencia lo que permitía una gran variedad de cultivos. Una senda une dos lugares más con estas terrazas circulares pero sin duda la primera es la que mejor se aprecia y mejor conservada está. Esta senda desciende y las circunda pero no creemos que nos aporte más y decidimos contemplarlas desde arriba. Sin duda el lugar también es único. Parece que no dejamos de sorprendernos por las maravillas que los incas construyeron.

Dionel nos acerca el coche para continuar ahora nuestro camino hasta nuestro destino de hoy, Ollantaytambo.



Decide llevarnos por una pista de tierra que ahorra kilómetros y el paisaje que nos rodea es majestuoso, no puedo dejar de admirarlo, de sentirme sobrecogida por tanta grandeza y tanta belleza. 


Ante nuestros ojos se abren grandes extensiones de cereal verde rodeada de elevadas cimas coronadas por la nieve. Sopla viento que mece el cereal y su movimiento parece el oleaje del mar. Es…difícil encontrar el calificativo que pueda describir la grandeza y belleza de la que estamos rodeados. 


Descendemos del coche para contemplarlo con tranquilidad  girando sobre nuestros pies para abarcarlo en su totalidad, y me siento desbordada, sobrecogida. 

Para los europeos sería similar a lo que podemos contemplar en Suiza con cumbres nevadas recortándose en el horizonte sucediéndose unas a otras con profundos valles verdes. Toda una belleza. Y Dionel nos confirma que algún suizo que lo ha visto lo ha asemejado a su país.

Descendemos al fondo del valle y nos detenemos junto al río Vilcanota para seguir las indicaciones de Dionel de que tenemos que cruzarlo  caminando a través de un puente. El nos espera al otro lado para seguir luego por la carretera que circula a lo largo de este rio que se abre paso por el valle.

Y en un momento determinado nos detenemos en un lugar más que peculiar, o extraño o quizás el calificativo sería ¿extravagante?. Se trata del Skylodge Adventure Suites, unas capsulas de cristal colgadas de una pared  de roca que son habitaciones. Se trata de  un hotel donde por el módico precio de unos 400 euros puedes pasar la noche contemplando las estrellas y el fondo del valle desde la cama, eso sí, después de ascender por esa pared de piedra hasta llegar. Arriba también se encuentran las zonas comunes.   Al parecer hay otro similar y que fue el inicial, el starlodge un poco más antiguo. Sinceramente, no me seduce nada la idea. Es más, creo que si me pagaran, tampoco lo haría. No creo que consiguiera pegar ojo.

Y llegamos alrededor de las 15,30 o 16 al sitio arqueológico de Ollantaytambo. Mientras Dionel se va a dejar el coche, nosotros comenzamos a…ascender, como no.

Y una vez más, subida por unas pronunciadas escaleras. En nuestro ascenso vamos dejando a nuestra derecha las terrazas desde las que contemplábamos los restos de los muros que en su día, y hace 500 años fueron utilizados contra las tropas españolas. Y es que si en principio durante la época de los incas, fue  un centro ceremonial también sirvió como  puesto de control para las personas que recorrían el Valle Sagrado de los Incas y finalmente  fue utilizado como centro de operaciones durante la resistencia inca en la época de la invasión española. En el recinto de Ollantaytambo se enfrentaron los incas rebeldes con los conquistadores españoles en 1537.

Hoy, Ollantaytambo es considerado uno de los lugares más impresionantes de América del Sur. Su diseño urbanístico inca se conserva desde el siglo XIII y según investigaciones, está alineado geográficamente con otros importantes sitios arqueológicos del mundo como el Machu Picchu, la Isla de Pascua en Chile, las Pirámides de Giza en Egipto y otros más.

Desde arriba podemos contemplar toda la grandeza de este lugar con el valle al fondo. Caminamos por la ladera y accedemos a una estancia donde a un lado  están las diez hornacinas, de forma trapezoidal y cuyas piedras, al igual que otras construcciones incas, están colocadas sin argamasa, y al otro se abre al valle. En las hornacinas se colocaban ídolos y presentes.

Tras atravesar una puerta llegamos al Templo del sol, un impresionante monolito formado de seis piezas de 60 a 70 toneladas que actualmente está destruido casi por completo. Sin embargo, sigue siendo una de las piezas más hermosas de Ollantaytambo. Estas seis enormes rocas que forman la pared occidental se acoplan con increíble exactitud con listones de piedra entre ellas.  Y las vistas desde este mágico lugar son también de una belleza indescriptible. La posición del sol ayuda a crear un escenario casi mágico.


De nuevo, admiramos todo el conjunto y Dionel nos señala las colcas o almacenes de alimentos para toda la población,  aunque también se negociaba con ello, así como la cárcel, en la ladera frente a la que nos encontramos. 

Descendemos con tranquilidad disfrutando de este lugar único, hasta la fuente hecha de una sola pieza y los baños donde se rendía culto al agua.

Damos por terminada la visita y Dionel intenta acercarse lo que puede a nuestro hotel, pero nos tiene que dejar en una calle paralela y nosotros ascender por unas escaleras con maletas y mochilas hasta el alojamiento en lo que él nos ayuda.

El hotel era básico. Un sitio con cierto “sabor”, habitación justa de tamaño pero con unas vistas espectaculares sobre el sitio arqueológico pero que apenas pudimos disfrutar porque la noche se nos vino encima casi sin darnos cuenta, y quizás, a nuestro juicio, algo descuidado o francamente mejorable. Detrás, un pequeño patio o jardín del que tampoco pudimos disfrutar.


Nos instalamos, ya que pasaríamos dos noches aquí y  preparamos las cosas para la subir mañana al Machu Picchu. 

Después, y entrada la noche ya,  nos fuimos a buscar un sitio para cenar que encontraríamos en la calle principal después de dejar la carretera que lleva a la estación  y cruzar el rio por un puente de madera a nuestra izquierda. Era el segundo restaurante al que se accede tras subir por unas escaleras.  

Y no consigo recordar su nombre, ni lo localizo en un mapa pero fue todo un acierto. Un cebiche –que luego se llevaría las críticas de nuestros hijos por arriesgarnos a comer algo crudo- con una presentación que daba pena meter el tenedor, y una alpaca estupenda al que añadieron el obsequio de un postre, una especie de bizcocho de chocolate muy rico.

Y mientras esperábamos a que nos sirvieran contacté por whatsap con el guía del Machu Picchu, el recomendado por la familia catalana con la que coincidimos en Arequipa. Y es que  con el que  inicialmente contactamos desde España no dio señales de vida y cuando a las 19,30 le envié un whatsap, recibí una escueta respuesta en la que se disculpaba porque  le había surgido algo teniendo que marchar de Cusco y que alguien en su lugar se encargaría.

Suponíamos que habría guías arriba, pero preferí no tener que perder el tiempo negociando con alguno además sin conocerlo. Así que Wilson Escalante +51916902164 respondió rápidamente a mi solicitud de información. No tenía grupo al que nos pudiéramos unir mañana a las 11, pero sobre su precio inicial solo para los dos, le hizo una pequeña rebaja. Pensamos que el Machu Picchu era la guinda del pastel, lo más importante de Perú, y que su visita no iba a ser igual sumergidos en un grupo aunque solo fuera de cuatro, que si fuéramos nosotros dos solos, así que sin darle muchas vueltas, accedimos a su oferta y puedo adelantar que fue todo un acierto.

Y ya, habiendo acordado la hora y más o menos la forma de encontrarnos, regresamos por las empedradas calles a nuestro hotel para prepararnos para el día siguiente.