La ciudad blanca y el cóndor

 14 abril viernes. La ciudad blanca. Arequipa

Alojamiento: Hoteles Gutierrez Mansión. 36 euros.

Visita de la ciudad de Arequipa: Monasterio de Santa Catalina, Plaza de Armas,  Templo de la Compañía de Jesus, Mirador de Yanahuara, Mercado de San Camilo.

La noche transcurrió bajo el ruido de las calles y de las discotecas prácticamente hasta las 4 am, aunque llegaba muy amortiguado y no influyó para disfrutar de un buen descanso.

A las 5,30 puntualmente apareció Juan. Al no haber tráfico en poco menos de media hora llegamos al aeropuerto. Pasamos los controles de seguridad muy fácilmente ya que aquí no nos pidieron que sacáramos los líquidos y otra ventaja adicional: por ser mayores de 60 años podemos disfrutar del embarque preferente. Estupendo, es una manera de asegurarnos que nuestro equipaje viene con nosotros en cabina y no será enviado a la bodega porque no quepa ya en la cabina.  A las 8 en punto volábamos rumbo Arequipa.

Inicié una animada charla con el compañero de asiento a mi izquierda arequipano y viajero por su trabajo, quien nos da consejos sobre comidas y lugares donde disfrutar de ella. Angel le pregunta por un taxi y nos da el teléfono de una persona de una empresa que le hace a él el servicio cuando vuela por motivos laborales. En este caso le recogería su mujer.

Y desde el avión y según nos acercamos a Arequipa el paisaje comienza a cambiar, y comenzamos a disfrutar de la vista de poderosas cadenas montañosas con elevados picos coronadas por nieve.

Cuando abandonamos el avión por la manga nuestro compañero de viaje llama nuestra atención sobre lo que podemos divisar al fondo, el impresionante cono volcánico del Misti, con su cima blanca,  y nos hace una foto. También nos señala, como lo hizo en su momento desde el avión, las otras dos cimas espectaculares que se elevan sobre la llanura de Arequipa: el Pichu Pichu y el Chachani. La visión es espléndida y maravillosa. 

El paisaje ha cambiado y nos sorprende gratamente. Y también cambia la temperatura que ha descendido considerablemente y no resulta tan agobiante como en Lima. A la salida nos escanean los equipajes ya que parece que hay un insecto  de una fruta calificado como plaga que está en otras regiones de Perú y quieren evitar que entre, así que buscan en el equipaje dicha fruta. No es nuestro caso.

Una vez en la terminal del aeropuerto no encontramos ningún mostrador  de taxis y solo vemos conductores fuera esperando la salida de posibles clientes. Esto nos intranquilizó y pensamos que lo más seguro era llamar al teléfono que nuestro compañero de vuelo nos facilitó.  Elmer, de la empresa Estia: +51958962117 pero no podía venir él así que nos envió otra persona que se identificó y que hizo el servicio a la perfección y con el que estuvimos manteniendo una animada charla sobre la situación del país y la presencia española en la ciudad.

En poco tiempo llegamos a nuestro alojamiento, Hoteles Gutierrez Mansión un edificio de época a pie de calle  y cuya puerta da directamente a ésta,  pero las habitaciones se distribuyen alrededor de un patio interior por lo que resultaba muy tranquilo no llegando nada del ruido de la calle pese a ser una vía adoquinada y bastante transitada. Pero he de confesar que para la selección del hotel y dado que era relativamente frecuente leer comentarios sobre lo ruidosa que es la ciudad, puse especial atención en que el hotel fuera calificado como silencioso o tranquilo pidiendo además al hotel que la habitación así lo fuera.

A nuestra llegada también encontramos el hotel cerrado, pero a nuestra llamada rápidamente acuden a atendernos. Habitación suficiente de espacio y  limpia. Luego comprobaríamos que su situación era muy buena, cerca del centro de la ciudad, del convento de Santa Catalina y la Plaza de Armas.

Nos da unas breves indicaciones de sitios a visitar mostrándonos fotografías y nos aconseja donde comer.

Una vez instalados envío un Whatsap a la agencia Anderra travel con quien habíamos contratado  desde España la excursión hacia el Mirador del Cóndor en el Valle del Colca. (+51958138789 . https://www.anderratravel.com/tours_en_arequipa/tour_de_2_dias_al_valle_del_colca.php, para concertar la hora y el lugar de recogida de mañana para ir a Chivay en una excursión de 2 días, 1 noche para ver el vuelo del cóndor.

Aquí es importante destacar que por lo que pudimos deducir son muchas las agencias que ofrecen esta excursión de Arequipa a Chivay y mirador del Condor, bien en un día o de dos días con una noche. Estas empresas se agrupan principalmente en la plaza de Armas y leímos que contratar esta excursión directamente allí resultaba más barato que hacerlo desde España. Pero, preferí no tener que dedicar tiempo a buscar una empresa y comparar precios por lo que lo dejé todo listo antes de partir.

Estas empresas lo que hacen a su vez es subcontratar estas plazas a un autobús pequeño de unos 20 asientos que nos llevaría a hacer esta excursión de 2 días, 1 noche, con el guía respectivo común a todos. Así que en el mismo autobús íbamos viajeros que habíamos contratado este servicio en distintas agencias. Y lógicamente el precio también varíaba. De hecho me resultó sorprendente que me llegaran a pedir hasta 110 dolares por persona con otra agencia cuando a través de Anderratravel pagué 35 euros por cabeza si quería que me incluyera el hotel, o 25 euros si el hotel lo buscaba yo. Todas incluyen paradas en
miradores, a ver llamas y alpacas, el desplazamiento a unas termas y a una cena nocturna con espectáculo incluido, así como al día siguiente paradas en varios lugares y luego el Mirador de la Cruz del Condor.  No incluye la entrada a las termas, la cena y la entrada al mirador del Condor. El importe sube unos 10 euros si en vez de regresar a Arequipa se quiere viajar a Puno, como en principio era nuestro plan.

Instalados nos dirigimos en primer lugar al cercano Monasterio de Santa Catalina e iniciamos una visita algo apresurada ya que estábamos impactados  por el tamaño de este Monasterio que ocupa una superficie de 20.000 metros cuadrados y está formado por un conjunto de edificios religiosos.


Este monasterio que se encuentra en el corazón de la ciudad, fue fundado en 1579 y es casi una ciudad. De hecho, se cree que a mediados del siglo XVIII en él residían más de 300 monjas y doncellas de servicio.

A la entrada coincidimos con una familia catalana que han visitado ya el Machupicchu y nos hablan de su guía, resaltando algunas de sus cualidades. Nos lo recomiendan pero inicialmente le digo que ya he contactado yo con uno, pero, me doy la vuelta y les pido los datos. Fotografío su tarjeta y la guardo en el teléfono.

Iniciamos nuestro recorrido por este más que peculiar lugar. Lo primero que resalta son los intensos colores que pintan sus paredes y que abarcan desde el blanco hasta el carmesí pasando por el azul celeste. Estos colores no tienen ningún significado religioso. Eran los pigmentos que estaban de moda en el momento de decorar el convento.

Estos vivos colores iluminados por la intensa luz del sol y contrastando con los de plantas que decoran  puertas y ventanas, dibujan unos rincones absolutamente maravillosos para la cámara de fotos y que atraen la mirada  atrapándonos en su belleza. 

Realmente es un festín para la cámara: los colores, la luz,….lo inundan todo mire donde se mire. Únicamente recordar el tamaño del lugar, nos arranca de la contemplación de estos rincones que llenan el Monasterio sacándonos de nuestro ensimismamiento para continuar con la visita.

Encontramos el Patio del Silencio, pintado con un bonito color carmesí y lugar donde se reunían las monjas para rezar el rosario y leer la biblia, y el Claustro de los Naranjos. Este último, de paredes celestes, cuenta con naranjos y tres cruces en las que cada Viernes Santos se representa la Pasión de Cristo.

Nos sentimos atrapados en una especie de laberinto de colores en el que se mezclan las celdas de las monjas de clausura con cocinas y capillas. Hay seis calles llenas de flores, cada una con nombres de ciudades españolas: Málaga, Sevilla, Córdoba, Granada, Burgos y Toledo que desembocan en patios. Lo más sorprendente del Convento de Santa Catalina es que su plan “urbanístico” es más propio de una ciudad que de un centro religioso.

Las calles están perfectamente delimitadas, con funciones totalmente diferenciadas. Las monjas superioras convivían en un lado del convento mientras que en el otro estarían las novicias. Las dependencias son también distintas. Las hay casi lujosas, pasando por otras más sencillas. Otras que disponen de horno que hacían el pan para las que no lo tenían.

Actualmente hay 12 monjas de clausura que viven en el monasterio y que solamente caminan una vez que el convento cierra a las 18 horas y sin la presencia de turistas. 

Es un lugar absolutamente sorprendente, único y de una belleza inusual que atrapa no tanto por su rareza como por su belleza. Visitarlo además, con poca gente, lo hace mucho más atractivo

Del convento nos dirigimos a la Plaza de Armas. Como la de Lima es amplia y muy bonita rodeada de soportales. 

Y como la de Lima está llena de gente. No hay sitio en ningún banco…a la sombra. 

Fue el lugar de fundación de la ciudad en 1540. Destacan  otras construcciones en la plaza como sus portales o arcadas de estilo renacentista y en  granito. Antes funcionaban como edificios gubernamentales. La plaza se encuentra presidida por su hermosa catedral construida de piedra blanca. Está cerrada por lo que ponemos rumbo al templo de la compañía de Jesus, muy cerca de la Plaza de Armas.

Fue mandada a construir por los jesuitas a finales del siglo XVII y está considerada uno de los mejores ejemplos de arquitectura mestiza o barroco andino. Lo  más impresionante es su fachada. En su interior encontramos que están celebrando misa por lo que no podemos visitarla con comodidad, ni conocer su claustro.


Y ahora ya nos llega la hora de comer y siguiendo los consejos de nuestro compañero de vuelo y de la persona de recepción del hotel, vamos a "Típica". Pero el camino nos resultó largo ya que se encuentra algo alejado del casco histórico.



Y el lugar está casi lleno y eso que tiene un considerable tamaño con terrazas en dos plantas. Nos envían a la superior que si al llegar estaba prácticamente vacía, no tarda en completarse. Y pedimos también lo que nos aconsejaron, ricota,  que es una especie de pimiento algo picante relleno y asado y, lo que fue un error, un churrasco que resultaron ser costillas de cerdo fritas lo que conllevó una digestión pesada nada recomendable para combatir el mal de altura. Sin postre nos costó 30 euros a los dos, incluyendo un 10% de propina, como parece ser que es costumbre en el país.

Nos aconsejaron visitar el mirador de Yanahuara, al otro lado del río y a cierta distancia del restaurante, así que buscamos un coche que tuviera un cartelito en el techo, lo que nos indicaba que era un taxi, y paramos uno. Era pequeño y más bien un cascajo, pero no nos importó. Nos pidió unos 2 euros. No vamos a regatear por ese precio y menos cuando parece un humilde trabajador. Y en poco llegamos a este mirador donde a través de sus arcos podemos disfrutar de unas hermosas vistas del Mitic y las otras impresionantes cumbres que rodean esta ciudad.

Otro taxi sencillo nos lleva hasta el mercado de San Camilo. Siempre me gusta visitar estos lugares donde se puede tomar el pulso a la ciudad y sus alrededores. 

Vendedores locales exponen sus productos y los olores y sobre todo, los colores, lo pintan todo. Nos sorprenden las variedades de patatas. Hay puestos que solo venden este tubérculo y hay muchas. Nos dicen que hay unas 4.000 variedades, algunas salvajes. También descubrimos frutas desconocidas y compramos fruta fresca…con piel, unas mandarinas que no resultan ser tan dulces como las españolas.

Subimos a la parte superior donde encontramos lo que podríamos calificar como restaurantes. Y dudo de usar este calificativo porque lo que realmente vemos son distintos espacios donde la gente desarrolla su negocio de “restauración”,  donde junto a la pared han instalado una pequeña cocina donde con cacerolas e instrumentos muy domésticos, preparan los alimentos y no consigo ver si tienen agua corriente. 

Luego extienden unas mesas con hules de plástico junto con unas sillas donde la gente toma los alimentos. No me imagino comiendo aquí. Bueno, aquí no, pero lo hicimos en otro lugar similar en el Valle Sagrado.

Caminando por calles llenas de gente regresamos a nuestro hotel comprando antes un par de empanadas que junto con las mandarinas, sería nuestra frugal cena.

Leo en algún comentario de booking, que desde la azotea del hotel se tienen unas hermosas vistas de la ciudad y los volcanes así que al atardecer subí hasta allí disfrutando, efectivamente, de unas impresionantes vistas de los tres conos volcánicos y de los tejados de la ciudad, y no fue una vista peor que la del mirador de Yanahuara.

Y allí localicé la cafetería para desayunar al día siguiente coincidiendo con una joven peruana viajera con la que mantuve una agradable charla. Ducha y cama pronto.

Pero, duermo francamente mal. Cada dos horas me despierto. Me voy al baño, me duermo, y de nuevo consigo dormir dos horas seguidas para que mi sueño se interrumpa una vez más y lo hace como si algo me sobresaltara. Como esto no dejó de sucederme durante todo el viaje hasta que descendí de altura, y por lo que pude leer,  pudo ser un efecto del mal de altura. Ayer estábamos a 0 metros y hoy, a 2.500, y seguíamos subiendo. Y todo esto pese a tomarme la medicación y beber mucha agua. A esta dificultad para dormir se añadieron otros síntomas diurnos como cansancio, pesadez de piernas y por la noche cierta confusión mental, me costaba trabajo concentrarme en algo.

15 abril sábado. El valle de Colca

Alojamiento: Le Foyer de Colca. Yanque. 27 euros

Arequipa a Yanque. Termas de Chacapi.

A las 7 subimos a la cafetería y ya nos  estaban preparando un delicioso desayuno que tomamos con ganas mientras charlábamos con la persona encargada. A las 7,30 nos recoge un pequeño microbús de 16 plazas para iniciar el camino a Chivay. Somos los primeros en abordarlo y en sucesivas paradas se  van sumando más pasajeros que va recogiendo en distintos puntos de la ciudad, todos peruanos. Llevamos un guía que nos va informando de todo.

Al poco de salir de la ciudad, paramos a comprar agua, hojas de coca o lo que fuera para combatir el mal de altura para poner ya rumbo a Chivay.

Inicialmente circulamos por una carretera de doble sentido cargada de camiones enormes. Es una carrera de obstáculos, adelantamos uno y hay otro. 


Dejamos esa carretera para tomar otra más tranquila y paramos en un peculiar lugar desde donde contemplamos el “bosque de piedras” donde siguiendo el consejo de nuestro guía, nos tomamos una infusión de coca con muña para abordar la subida de hasta casi 5.000 metros.  




Y es allí donde hablamos con nuestro guía sobre nuestra intención de desplazarnos desde Chivay a Yanque donde estaba nuestro alojamiento. Y es que los hoteles que me ofrecía Anderratravel no me resultaban atractivos. Estaban todos dentro del casco mientras que el que había elegido yo estaba a las afueras de Yanque en un lugar que parecía mucho más agradable. Anderratravel nos pidió unos 21 euros por llevarnos a tan solo dos kilómetros de Chivay lo que nos pareció excesivo comparado con el precio total de la excursión, así que decidimos buscar un transporte por cuenta propia lo que conseguimos poniéndonos en contacto con el hotel que nos facilitó el whatsapp de un taxista local quien por 6,5 euros nos hacía el transporte. Acordamos con Carlos +51973508196 el desplazamiento.

Pero nuestro guía nos dice que el plan de viaje es comer en un Buffet entre Chivay y Yanque para después dirigirnos a las termas de Chacapi que están en Yanque. Desde allí, el microbús regresará a Chivay pasando por Yanque. En una palabra, no nos hace falta el taxi.

Y ahora mi preocupación era contactar con Carlos, el taxista de Yanque, con el que habíamos acordado que nos recogiera en Chivay sobre las 12 cuando llegaran allí los colectivos, para ponerle al corriente, pero no tenemos cobertura. No obstante le envío y whatsapp y le digo que le llamaré.

Y mientras ascendíamos comenzamos a ver las primeras vicuñas y llamas en pequeños grupos.  Las vicuñas son animales salvajes que están pequeños grupos, normalmente de tres, mientras que las llamas y las alpacas están o suelen estar domesticadas en grupos mayores.  


Y alcanzamos el mirador de los volcanes en un paisaje desolado, sin una brizna de vegetación y donde los montículos hechos de piedras en forma de pirámides o "apachetas" como las llaman aquí, sembraban aquí y allá esta impresionante llanura. Según nuestro guía son ofrendas a la montaña. En otros sitios leo que los hacen los viajeros para pedir deseos.

La niebla nos rodea e impide la vista que parece que ofrece este mirador. Descendemos del microbús. Angel consigue alcanzar la orilla de un pequeño lago y hace su montañita de piedras particular. Yo, no me encuentro nada bien y tan solo puedo dar unos pasos. Ambos nos sentimos mal y regresamos. Allí un compañero de viaje nos ofrece una especie de colonia que nos echa en las manos y que nos aconseja acercarnos a la nariz y aspirar. El olor es muy fuerte y supongo que lo que hace es abrir las vías respiratorias, pero, poco me hace. Prefiero quedarme sentadita. Otros pasajeros se quejan de lo mismo y viven en Arequipa. 


En nuestro descenso paramos en un lugar donde encontramos un rebaño de alpacas y  llamas que, algo muy importante,  no escupen, entre las que paseamos y tomamos fotos junto con otros turistas. Pero…no dejo de observar a una llama en concreto: sus orejas se echan hacia atrás…y parece que ha dejado de rumiar, mala cosa. 

Nos han dicho que eso puede indicar que se preparan para “disparar” así que prudentemente me aparto. Seguramente no hubiera escupido  pero mejor prevenir ya que los accidentes existen y los animales son impredecibles y el escupitajo de una llama te cubre de un mal olor durante días.

Descendemos ya hacia Chivay. Se va abriendo poco a poco  la niebla y al fondo se dibuja un verde y fértil valle, el del Colca.

Consigo contactar con  Carlos, el taxista. Nos dice que no pasa nada y que está para servirnos, pero no nos parece bien. Solo vemos dos posibles soluciones para no incumplir nuestro acuerdo: una que se acerque por el hotel de Yanque y le abonamos lo acordado independientemente de que haga el servicio o no,  y la otra, que nos vaya a recoger a las termas y nos acerque al hotel. Acordamos esto último avisándole 15 minutos antes.

Y llegamos al restaurante. Es selfservice y el precio es muy asequible y bien elaborado (90 soles los dos unos 24 euros). Continuamos rumbo a las termas  parando antes en un lugar por si “alguien quiere hacer tirolina”. Nadie se anima y mientras esperamos, rompe a llover así que seguimos nuestro camino.

Las termas de Chacapi se encuentran al fondo de un barranco  y son varias pozas excavadas en la roca y nos parecen mucho más encantadoras que las de Cabanaconte. Estas últimas están más cerca de Chivay pero es una gran piscina por lo que resulta más artificial. 



Y fue llegar a estas pozas para cumplirse el pronóstico de nuestro guía: dejó de llover.  En unas cabinas nos pusimos nuestro bañador y dejamos nuestra ropa en las taquillas exteriores. Disfrutamos de un relajante baño caliente necesario para recuperar el aliento después de tanta altura y fatiga.

Cuando decidimos irnos llamé a Carlos quien en tan solo cinco minutos se presentó a buscarnos. Nuestro guía nos acompañó para sacar las maletas y mochilas. En poco tiempo estábamos en la puerta de nuestro alojamiento y nos pidió 4 euros por el trayecto, pero le dimos 5 uno menos de lo que le hubiéramos abonado si hubiera hecho el servicio desde Chivay. No nos sobra el dinero, pero era lo que nos parecía más justo para él.

El hotel, situado a las afueras de Yanque, era de los mejores en el que hemos estado: luminoso, tranquilo y con unas espectaculares vistas. Lástima que el frío de la tarde no nos permitiera disfrutar del pequeño y encantador jardín.

Tras descansar salimos en busca de comida pero los restaurantes estaban cerrados ya que estaban en fiesta y debían estar reunidos en un lugar determinado, así que únicamente  pudimos comprar agua y comer unas galletas con algo de fruta sobrante del mercado de San Camilo. De nuevo, me costaba andar y las piernas me pesaban. Maldito mal de altura.

Mañana nos recogerían a las 6,30 para dirigirnos a l mirador de la Cruz del Cóndor a contemplar el vuelo de estas aves, por lo que nos fuimos pronto a la cama.  Y una vez más, descansé muy mal con un sueño ligero, agitado y discontinuo. No me servía nada, ni melatonina, ni aquilea, ni orfidal. Nada de nada.

16 de abril, domingo. El vuelo del condor

Alojamiento: Hoteles Gutierrez Mansión. Arequipa. 36 euros.

Yanque-Mirador de la Cruz del Cóndor-Arequipa

A las 6,30  estábamos esperando en la plaza de Yanque, animada para ser tan pronto, a que nuestro transporte nos recogiera.  Mientras nos entretuvimos observando a las mujeres con sus vestidos típicos. Y nuestro transporte no solo llegó con un poco de retraso, si no que se bajaron todos a tomar un café, lo que no conseguíamos comprender ya que tan solo 7km separaban Yanque de Chivay y acababan todos de desayunar. Así que  resignados dedicamos algo de tiempo a fotografiar las fumarolas del volcán Sabancaya visible desde la plaza y sobre el que llamó nuestra atención el guía.

Tras unos 15 minutos continuamos nuestro viaje haciendo paradas en un par de miradores más. Aunque nuestro guía limitaba siempre  el tiempo de éstas, el resto de los pasajeros se lo saltaba y siempre había que esperar a alguien. Es una de las razones por las que no me gusta viajar en grupo.


Desde los miradores contemplamos distintos puntos de este hermoso valle. Pero comencé a estar muy inquieta. 
El objetivo principal de esta excursión era poder contemplar el vuelo del cóndor, que al igual que nuestros buitres, pueden iniciar su ascenso en cualquier momento aprovechando las corrientes térmicas. Una vez que asciende, en pocos minutos se deja de ver. Y yo lo que quería era estar allí, esperarlo,  y no estar subiendo y bajando y esperando al resto de los pasajeros.  A cultivar algo que poseo poco: la paciencia.

Por fin llegamos al mirador de la Cruz Cóndor a  casi 3300 metros, donde ya había mucha gente y descendimos  al final. El día era luminoso por lo que no habría motivo para que no los viéramos volar.

Nos da una hora. Y yo protesto por dentro. ¿y si en una hora no han ascendido aún?. Deberíamos quedarnos hasta verlos, siempre y cuando la espera fuera razonable y por la climatología fuera probable que volaran. Prefería esto que lo habíamos hecho hasta llegar aquí, parando en todos los miradores.

Nos acercamos a este inmenso cañón, un profundo tajo que ha dado aquí la naturaleza convirtiéndolo en uno de los tres más profundos del mundo junto con el cañón del Colorado. Se encuentra entre dos volcanes gigantes, de más de 6000 metros de altura.

Estamos en la parte superior de este mirador y  no se ven cóndores. De pronto comenzamos a ver  uno, luego otro y parece que se pueden contemplar mejor en el mismo mirador que nos queda más abajo ya que parecen volar sobre él. Inicialmente decidimos acercarnos pero calculamos que en  ir y volver podemos perder unos 20 minutos que no vamos a emplear en disfrutar de su vuelo. Y me enfado. No solo hemos llegado un poco justos de tiempo  sino que el transporte nos ha dejado lejos del mirador principal.

Pero hoy parece nuestro día de suerte y los cóndores están espléndidos decidiendo sobrevolarnos también a nosotros. Los vemos desde arriba y sobre nosotros. Vemos jóvenes y adultos, machos y hembras y conseguimos tener en el mismo plano hasta siete. Al parecer los de toda la semana ya que durante siete días no habían volado. Así que recibimos todo un regalo para la vista.

Podemos admirar su gran tamaño. Con sus alas extendidas puede llegar a medir hasta 3,30 metros siendo el ave voladora más grande y pesada del mundo con 12 kg. Pero tiene más “records”: es la que vuela más alto y durante más tiempo pudiendo alcanzar los 7000 metros de altura y puede recorrer más de mil kilómetros por día. Por eso aunque se le asocia a los Andes, también puede verse en las costas.

Disfrutamos de un espectáculo único y hermoso en un escenario de una grandiosidad y belleza impactante. Ya casi nos vamos acostumbrando a estar rodeados de gigantescas cimas cubiertas de un manto blanco que se elevan hasta rozar el cielo, de casi no abarcar con nuestra vista hermosos y verdes valles rodeados de estas majestuosas cimas. Cómo ha cambiado el escenario: de la desértica, impersonal y contaminada Lima, a estar rodeada de cimas que rozan y superan los 5000 metros con gargantas y verdes valles a sus pies por donde las vicuñas, las llamas y las alpacas caminan en pequeños rebaños. Y empiezo a “saborear” el país, empiezo a fundirme, a vivirlo, a sentirlo…

A la hora prevista regresamos al autobús para iniciar el regreso, con algunas paradas turísticas con degustación de bebidas y bailes típicos antes parar en Chivay en otro lugar para comer. También autoservicio, pero de calidad inferior, no solo en la comida sino en el resto de las instalaciones. Angel inocentemente se lo comenta al guía y yo le regaño porque no parece mostrar interés alguno por  nuestro comentario.

Después de comer iniciamos el regreso a Arequipa y esta vez paramos en el mirador de los volcanes que se encuentra ahora sin niebla. Y el paisaje es grandioso y a la vez desolador. Alrededor nuestro se extiende una llanura gigantesca sin apenas vegetación rodeada de enormes cumbres que parecen enmarcar este árido paisaje. 

Unos carteles nos señalan la altura de estas cumbres y en el suelo, piedrecitas formando motones, las apachetas,  se extienden hasta donde nuestra vista abarca. Y pienso que no hay que sufrir de soroche para caminar lejos y recoger todas estas piedrecitas para luego amontonarlas. La verdad es que es un curioso paisaje del que por su extensión, solo he disfrutado en el Círculo Polar Ártico.

De nuevo nos detenemos  en el bosque de piedras y yo aprovecho una vez más para usar los baños ya que siguiendo los consejos para luchar contra el mal de altura, bebo mucha agua aunque no alcanzo los 4 litros al día de los que hablan.  

Y alrededor de las 16,30 comenzamos a entrar en Arequipa. Y digo comenzamos porque antes atravesamos kilómetros y kilómetros de lo que parece un mercado al aire libre con mucha, muchísima gente.  También nos llama la atención la pobreza de estos suburbios que ya pudimos ver desde el avión cuando íbamos a tomar tierra.

Pero nuestro transporte no nos deja en los hoteles sino en un lugar cercano a la plaza de Armas aunque nos dice que si a alguien le viene mejor otro sitio por el que pasemos, solo hay que decirlo. Y en un momento que pasa como una exhalación identifico el convento de Santa Catalina que está a tan solo 400m de nuestro hotel, pero no me da tiempo a decir nada y me molesto mucho porque el guía sí lo sabía y nos podría haber informado.


Quizás esta breve excursión al Mirador del Cóndor no haya sido todo lo satisfactoria que yo hubiera deseado, principalmente por el guía y el grupo aunque ha cumplido sus objetivos. Si tuviera que repetirla yo haría con agencia de viajes  el viaje de Arequipa a Chivay y contrataría un taxi que hiciera el viaje hasta el mirador del Cóndor  tratando con la agencia la recogida para regresar de nuevo a Arequipa. En su día estuve viendo precios y me pidieron unos 30 o 35 euros ida y vuelta desde Chivay, algo asequible y que quizás merezca por la independencia que se gana. El regreso pensado inicialmente era de Chivay a Puno y esto no supone ninguna dificultad ya que lo que hace la agencia es  comprar los billetes en un autobús de línea que cubre este trayecto que sale de Chivay a las 12 llegando a Puno sobre las 17 horas.

Llegados al lugar definido nos bajamos y en unos diez minutos recorrimos andando tirando de nuestras maletas la distancia entre el hotel y este punto. Y de regreso al mismo hotel, nos dan también la misma habitación

Con la tarde libre, decidimos regresar a la iglesia de los jesuitas para verla mejor, pero también están celebrando misa. Poco después de terminar nos acercamos a la cabecera para ver una cúpula con frescos que se encuentra detrás de la sacristía, pero…estaban preparándose para un concierto justo en la zona de acceso y tampoco pudimos entrar.

Cayendo la noche, regresamos atravesando una vez más la concurrida plaza de armas donde seguía sin haber ni un sitio libre en sus bancos. Y yo, me sigo cansando mucho al caminar. Compramos unas empanadillas que junto con un poco de fruta fresca tomamos como cena. Cenar así se ha convertido en una cómoda solución para combatir el cansancio, el tener que salir a buscar un sitio, tener que pensar que pedimos, a esperar a que nos sirvan y a regresar de nuevo. Nos resulta mucho más cómodo hacerlo discretamente en nuestra habitación.

 Y de nuevo me enfrento a una  noche que resultó movidita, donde cada dos horas me despertaba.